jueves, 13 de noviembre de 2008

Correr

Estoy desayunando en el bar de costumbre de los sábados. Mientras me ventilo mi tostada de mousse de pato y mi café con leche veo entrar a un tirado por la puerta del bar. Su cara me suena y me quedo abstraído de la conversación con Inma mientras me exprimo la cabeza intentado recordar el momento en el que lo vi.

Le veo pedir un sol y sombra, que la camarera francesa no conoce y tiene que ir a pedirle la receta al dueño gay, que estaba charlando con un amigo. Y es cuando se toma el primer sorbo y empieza a hablar solo cuando lo recuerdo. Lo vi 2 semanas atrás, gritando a pulmón que había salido de la cárcel en México, y que no le daba miedo la policía, que le daba igual que fueran secretas o no. En aquel momento me pareció peligroso.

Ahora lo veo tranquilo charlando consigo mismo, del tiempo, del tráfico, de la mejor manera de hacer un sol y sombra, con un acento mejicano, enmarcado por una barba sucia y unos dientes amarillos. Se termina uno y pide otro sol y sombra, que paga al momento. Nos acabamos el desayuno y me acerco a la barra a pagar, me coloco a su lado y pido la cuenta. Me sonrío al darme cuenta que Inma se ha colocado al otro lado más alejado, conmigo como barrera. El mejicano sigue en su retahíla solitaria mirando al vaso, pero se vuelve me mira, y dice:

-A veces me gustaría correr, ¿pero hacia dónde?

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