martes, 3 de abril de 2007

El arma que vino de los infiernos

Si un misil balístico ICBM, que haciendo su reentrada desde el espacio, portando múltiples cabezas nucleares, y pulverizando una región en segundos era una pesadilla que nos aterrorizaba cuando éramos niños (yo me acuerdo de chaval, en los últimos coletazos de la guerra fría, tener consciencia de esa espada de Damocles), entonces el mísil Plutón pertenece a otra categoría de pesadillas, aquellas que carecen de toda lógica.



Cuando en los años 50 no se tenía consciencia de los peligros derivados de la utilización de tecnología radiactiva, el Pentágono autorizó un proyecto digno de película anime gore. Un misil supersónico nuclear autopropulsado por un reactor propio, cargado con múltiples cabezas nucleares.

Funcionaba así:

El misil era lanzado mediante propulsores convencionales. Al pertenecer a los denominados estatopropulsores, una vez alcanzada la velocidad (y una distancia segura, normalmente sobre el océano), el reactor de media gigavatio de plutonio era activado.

Alcanzaba una velocidad de Match 3, y una vez alcanzada la costa inicia un vuelo a muy baja altitud. Al estar el reactor al descubierto, su paso dejaba mortalmente contaminada las zonas que sobre volaba (mezcla de la radiación inmediata y de los restos del combustible en los gases de escape). Eso en el caso de sobrevivir a la onda de choque brutal del vuelo trisónico a la altura de los árboles. Su autonomía era de meses, (podía lanzarse dejarlo dando vueltas en el mar un mes, y luego dirigirlo a sus multiples "objetivos primarios"). Una vez alcanzaba su destino las múltiples cabezas nucleares hacían explosión.


El proyecto estuvo en activo 7 años (1957-1964), hasta que se canceló por el alto coste que llevaba su desarrollo. Su construcción en sí mismo era un desafío tenológico. Para contener el reactor se desarrolló material cerámico específico (por la Coors Ceramics, mas conocida por su división cervecera), para soportar los 1500ºC de funcionamiento. Algunos elementos tenian un punto de autoignición de tan sólo 150ºC más que la temperatura máxima de funcionamiento del reactor. La electrónica de control del reactor, de vuelo, de orientación, etc tenían que funcioanar baja todas las condiciones climáticas, la radiación y la presión del vuelo supersónico.

A primeros de los 60 los misiles intercontinentales mostraron ser más sencillos de desarrollar de lo que se pensó en un principio, quedando el misil de los infiernos aparcado.

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Dios! No conocía el cacharro ése. Buen trabajo de investigación :¬)